Compositores

Piano Trio, Op.1 No.1 (Trío para piano, Op.1 No.1)

Compositor: Franck César

Instrumentos: Violín Violonchelo Piano

Tags: Trío

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César Franck, cuyo nombre completo era César-Auguste-Jean-Guillaume-Hubert Franck, (Lieja, 10 de diciembre de 1822 – París, 8 de noviembre de 1890) fue un compositor y organista francés de origen belga.
El padre del músico se había casado en 1820 con una joven de Aquisgrán, Maria Christine Barbe; de la unión nacieron dos varones: César (1822) y Joseph (1825). Modesto empleado de banca, Nicolas Joseph Franck intentó por todos los medios convertir a sus hijos en artistas de renombre. Desde muy pronto impuso el aprendizaje del piano al mayor de ellos y del violín al menor, sometiéndolos a largas horas de práctica. César entró a temprana edad en el Conservatorio de Lieja, asistiendo a las clases de piano de Jahleau y a las de solfeo de Duguet. Sus progresos eran rápidos gracias a su sorprendente memoria, a un oído muy fino y a unos dedos largos y afilados que abarcaban sin dificultad los acordes más amplios. En 1833, inició estudios de armonía con Daussoigne. Al año siguiente, su obstinado padre logró que tocara (teniendo sólo doce años de edad) ante el rey Leopoldo I de Bélgica. Sólo sería el primer paso. Ambicionando para su hijo la fama alcanzada por virtuosos como Paganini o Liszt, Nicolas Joseph abandonó Valonia con toda su familia y, a comienzos de 1835, se instaló en París.
El conservatorio de esta ciudad no permitía el acceso de extranjeros, por lo que tuvo que solicitar la nacionalidad francesa. Durante la espera, César estuvo bajo la tutela de dos excelentes profesores, Zimmermann y Reicha, los cuales le auguraron un gran futuro. Obtenida la nacionalidad, César ingresó en el Conservatorio de París el 4 de octubre de 1837, a los catorce años. Concienzudo y minucioso, supo obtener un galardón cada año.
Los éxitos le abrieron nuevos horizontes, permitiéndole dar nuevos conciertos. A partir de ese momento, su padre se convirtió en su empresario, obligándole a componer una obra tras otra que le permitiesen actuar en público. De 1837 a 1844 la historia de César Franck es la de las decisiones tomadas por su progenitor, quien logró introducirlo en los salones de los constructores de pianos Pape y Erard y en diversos círculos privados. Nicolas Joseph llegaría al extremo de sacar a sus hijos del conservatorio, donde, en su opinión, perdían el tiempo.
En 1846, y con 24 años, César Franck, que hasta entonces se había sometido sin oposición alguna a los deseos de su padre, se rebela de pronto contra él. Desde hacía dos meses el joven compositor daba clases en un pensionado de París. Entre sus alumnas había una que atraía visiblemente su interés: Eugénie-Félicité Jaillot-Desmousseaux, hija de unos actores de la Comédie Française.
César discute violentamente con su padre y abandona el hogar familiar para instalarse en la rue Blanche, muy cerca de los Desmousseaux. Contra la voluntad paterna, el 22 de febrero de 1848 César Franck contrae matrimonio con Félicité; para llegar a la iglesia, los novios tienen que sortear las barricadas que la revolución había levantado en París.
Comienzan así los años oscuros. Durante veinte años, el músico llevaría una vida de pequeño burgués en la que los problemas del vivir cotidiano eran los únicos acontecimientos. Cada año, cinco o seis conciertos en Orleans como «pianista acompañante» servían para apuntalar su precaria economía. Era una existencia ahogada entre el peso de la lucha incesante por sobrevivir y la dedicación a la familia: cuatro hijos nacidos entre 1848 y 1853, dos de los cuales morirían a temprana edad. Fue la de César Franck durante esos años una vida apagada y sin brillo, en la que compuso muy pocas obras y, prácticamente, ninguna de especial importancia.
Un inesperado acontecimiento iba a transfigurar esa vida gris. En 1853, su amigo el abbé Dancel le ofrece el puesto de organista en su iglesia de San Juan y San Francisco en el Marais y pone a su disposición un excelente y moderno órgano, uno de los primeros instrumento construidos por Aristide Cavaillé-Coll.
En 1858 Franck cambia de destino, convirtiéndose en organista de la iglesia de Santa Clotilde, dotada también de un magnífico Cavaillé-Coll. Franck se sentaría ante este instrumento excepcional hasta el fin de sus días. En él interpretaría, el 17 de noviembre de 1864, su compendio de Seis piezas para órgano, obra que significó el despertar de la música organística en Francia.
Poco a poco, el nombre de César Franck comienza a renacer, abriéndose para él las puertas de las salas de conciertos y las de las iglesias en las inauguraciones de órganos nuevos. El notable cambio culmina en 1872, fecha en que es nombrado profesor de órgano en el Conservatorio. Una acontecimiento que, al fin, le asegura un salario digno y le permite recobrarse de los malos momentos de la guerra franco-prusiana, en los que había perdido a la mayor parte de sus alumnos.
Se inicia entonces el período en que ven la luz sus grandes obras maestras. Si su oratorio Les béatitudes le había ocupado diez años (1868-78), en esta nueva época logra concluir cada verano una composición magistral. Animado de verdadera fiebre creadora, Franck parece querer recuperar el tiempo perdido. Un estado de ánimo que es, sin duda, estimulado por el contacto constante con sus alumnos –Vincent d'Indy, Henri Duparc, Ernest Chausson, Bréville…–, miembros de lo que algunos llamaron despectivamente la «banda de Franck». Los componentes del grupo desarrollaron importantes programas de conciertos públicos, propiciados por la creación de la célebre Société Nationale de Musique, fundada apenas concluyó la guerra de 1870 y a la que Franck se asoció desde el primer momento.
En las salas de la Société se estrenaría la mayor parte de las obras que Franck compuso en los años siguientes: en 1882, El cazador maldito; en 1884, el Preludio, coral y fuga y Los Djinns; en 1885, las Variaciones sinfónicas; en 1886, la Sonata para violín y piano; en 1887, Preludio, aria y final; en 1888, Psyché y la Sinfonía en re menor; en 1889, el Cuarteto de cuerdas.
A los 68 años, César Franck era aún un músico lleno de inspiración y proyectos. En el verano boreal de 1890 compuso en Nemours una excepcional trilogía: los Tres corales para órgano, que constituirían su auténtico testamento musical y espiritual. Hasta el momento había gozado de buena salud, pero desde esa fecha comenzó a sentirse fatigado. En mayo de 1890 había sufrido un accidente de tráfico: el simón en el que viajaba fue embestido por un ómnibus. En el choque, el músico se había desvanecido, pero su fuerte constitución le permitió un rápido restablecimiento.
El verano en Nemours le hizo recobrar las fuerzas, por lo que, a pesar de las advertencias de la familia y de su médico, el 4 de octubre decidió reemprender las clases. El 18 de ese mes dio la que sería su última lección. Un resfriado le obligó a guardar cama y pronto se le declaró una pleuresía, que se complicó con una pericarditis. En noviembre su salud empeoró. El día 7 le rondó por la cabeza la idea de componer una fuga, llenando de desasosiego su ánimo. El sábado día 8, a las 5 de la mañana, la vida de César Franck se extinguía.
La obra de César Franck se divide claramente en tres períodos cronológicos que corresponden a otras tantas etapas concretas de su vida. El primero de ellos se inicia con las Variaciones brillantes para orquesta y el Gran trío para piano, violín y violonchelo, ambos de 1834, y se prolonga hasta 1848, año en que el músico contrae matrimonio e inicia su vida lejos del hogar familiar. La mayoría de las obras de este período están escritas para ser interpretadas en sus actuaciones como pianista, bien a solo o acompañando la voz o a grupos instrumentales de cámara. Baladas, Variaciones, Fantasías, dos Sonatas y diversas piezas a cuatro manos, así como un Gran concierto en sol menor (1835) son algunas de sus composiciones para el teclado en esos años. Un período de juventud bajo la férrea tutela de su padre cuya obra más destacada es el Trío concertante en fa sostenido menor, de 1841. Los llamados “años oscuros” se prolongan desde 1849 a 1872, año en que Franck es nombrado profesor de órgano en el conservatorio. La ópera nunca estrenada Le valet de ferme (El gañán), el poema sinfónico Redención, dos Misas y varias piezas de inspiración religiosa, entre ellas el famoso Panis angelicus, pertenecen a una etapa cuya cima, las Seis piezas para órgano de 1862, supone el comienzo de su reconocimiento fuera de los muros de Santa Clotilde, la iglesia de cuyo órgano Cavaillé-Coll sería titular hasta su muerte. Entre 1873 y 1879, año en el que comienza la prodigiosa década final con el Quinteto en fa menor, Franck escribe el oratorio Las beatitudes y los poemas sinfónicos Leonora y Las Eólidas. Los diez últimos años del compositor ven nacer una sucesión de obras maestras. Los poemas sinfónicos El cazador maldito, Los Djinns y Psyché, las Variaciones sinfónicas para piano y orquesta, la Sonata para violín y piano, el Preludio, coral y fuga, la Sinfonía en re menor, el Cuarteto de cuerdas y los Tres corales para órgano jalonan un período en el que Franck, rodeado de fervientes discípulos, consolida un lenguaje característico en lo armónico –la modulación y el cromatismo– y en la forma –cíclica– que tendrá gran repercusión en la música francesa de principios del siglo XX.
El cazador maldito
Poema sinfónico basado en una leyenda alemana narrada por Gottfried August Bürger.
Variaciones sinfónicas para piano y orquesta
Escritas en el verano boreal de 1885 para el pianista Louis Diémer, quien las estrenaría en la Société Nationale el 1 de mayo de 1886 bajo la dirección del autor. Al igual que en el poema sinfónico para piano y orquesta Los Djinns, las Variaciones no son propiamente una obra concertante, sino una novedad en el género, en la que dos temas antitéticos son desarrollados por el piano y la orquesta a lo largo de tres movimientos que se suceden sin interrupción. El primero de ellos, Poco allegro, sirve de exposición a ambos temas; un breve desarrollo conduce al Allegretto quasi andante, integrado por seis variaciones de muy variado carácter sobre el segundo tema. El Allegro non troppo final, lleno de equívocos tonales, cierra brillantemente una obra que contribuyó a cimentar la fama de su autor.
Sinfonía en re menor
Transcurrieron casi cincuenta años desde el primer intento sinfónico del joven César Franck en 1840, fecha de su Gran sinfonía en sol mayor, hasta la que quizás sea su obra más conocida, la Sinfonía en re menor. Esbozada en el otoño de 1887 y concluida en agosto del año siguiente, fue dedicada a Henri Duparc y estrenada el 17 de febrero de 1889. La crítica la acogió con gran acritud; Gounod llegó a afirmar que era “la incompetencia elevada a dogma”. La obra, de maciza orquestación que recuerda a veces al órgano, consta de sólo tres movimientos, aunque el segundo, Allegretto, es en realidad una curiosa combinación de andante y scherzo que concede un papel solista al corno inglés. El Lento–Allegro non troppo inicial comienza con una frase similar a la de Los Preludios de Liszt y es enérgico y fuertemente cromático. La Sinfonía concluye con un expansivo Allegro non troppo en el que reaparecen todos los temas, reafirmando el marcado carácter cíclico de la obra.
Trío concertante núm. 1 en fa sostenido menor para piano, violín
Escrito por un César Franck de apenas dieciocho años, el Trío en fa sostenido (1840) es el primero de un conjunto de cuatro y en él surge por primera vez la forma cíclica tan cara al compositor. Se abre con un movimiento bitemático: un tema sombrío y agitado es seguido por otro de carácter contemplativo, el motivo que recorrerá toda la obra. El segundo tiempo, un Scherzo, incorpora dos tríos, en el segundo de los cuales reaparece el tema cíclico. La obra se cierra con un Finale en forma de sonata.
Quinteto en fa menor para piano, dos violines, viola y violonchelo
Como en la Sinfonía, Franck tardó casi cuarenta años desde el Trío en fa sostenido en regresar a la música de cámara. Lo hizo con el magistral Quinteto de 1879, dedicado a Saint-Saëns y estrenado en la Société Nationale el 17 de enero de 1880, con el dedicatario al piano. Enormemente apasionada, la obra es de gran envergadura y complejidad y Franck adopta para ella una vez más la estructura cíclica. Consta de tres movimientos: un Molto moderato que comienza con una introducción dramática, desembocando en un tiempo rápido cromático y de amplio desarrollo; un Lento de largos temas melódicos en el que, no obstante, no decae la tensión y, finalmente, un fogoso Allegro non troppo, donde retornan los motivos cíclicos de los movimientos precedentes.
Sonata en la mayor para violín y piano
Obra capital de la música de cámara francesa del XIX, la Sonata para violín y piano fue escrita en el verano de 1886 y dedicada al violinista Eugène Ysaÿe, quien la estrenaría en el Círculo Artístico de Bruselas el 16 de diciembre del mismo año y sería uno de sus principales difusores. La Sonata gozó desde el principio de una excelente acogida y, junto al Cuarteto, estuvo entre las piezas favoritas de Marcel Proust, que la citaría tácitamente en su novela En busca del tiempo perdido. Dividida en cuatro movimientos, el Allegro ben moderato inicial es una breve forma sonata que presenta el motivo cíclico de la obra y sirve de introducción a un Allegro intenso y apasionado. Sigue un inusual Recitativo–Fantasía, de original desarrollo. El final, Allegretto poco mosso, comienza con un canon entre violín y piano, de estilo pastoral, y a través de un luminoso recorrido tonal conduce a un clímax de gran brillantez.
Cuarteto en re mayor
El Cuarteto es una de las últimas composiciones de César Franck. Comenzado en el otoño de 1889, tras haber estudiado a fondo los cuartetos de Beethoven, el estreno se produjo el 19 de abril de 1890 y el éxito fue clamoroso. “¡Vaya! —exclamaría con cierta amargura el músico—, parece que el público empieza a comprenderme.” La obra, densa y marcada toda ella por el sello característico del autor —el carácter cíclico y la inestabilidad tonal—, se inicia con un Poco lento–Allegro de grandes contrastes, que culmina en una fuga. Siguen un Scherzo de sutil colorido sonoro y un Larghetto que es una mezcla de andante y rondó. El movimiento final, Allegro molto, adopta la forma sonata y por él desfilan de nuevo motivos y temas de los movimientos anteriores.
Preludio, coral y fuga
Obra de esplendorosa madurez compuesta en 1884, este “combate entre la sombra y la luz” y “una de las diez piezas fundamentales de la literatura pianística” para Alfred Cortot, hizo en cambio decir a Saint-Saëns: “El coral no es un coral y la fuga no es una fuga; no se parece a ella más que un zoófito a un mamífero.” De una alta dificultad expresiva toda ella, el preludio es una insistente mirada sobre el abismo y va seguido, sin solución de continuidad, del coral, un tiempo lento doliente y misterioso, y, tras una bellísima modulación, de la luminosa Fuga.
Preludio, aria y final
La que podría ser considerada “la sonata pianística” de César Franck fue concluida en 1887 y estrenada el 12 de mayo del año siguiente por su dedicataria, la pianista Bordes-Pene. A diferencia del tríptico de 1884, se trata de una obra en la que predomina la claridad. Se abre con un majestuoso Preludio de amplio tema y delicado cromatismo. En el Aria, que adopta la forma de balada, las indicaciones “simple,” “melodioso” y “muy dulce” aparecen con frecuencia. El tumultuoso Final, de grandes contrastes, recorre temas de los otros movimientos, atravesando sucesivas tonalidades antes de disolverse en la brillante tonalidad principal.
Seis piezas
La primera colección de piezas organísticas fue escrita entre 1860 y 1862 y está integrada por seis obras muy diferentes. La Fantasía es en sí misma un tríptico, de movimientos extremos lentos. La Gran pieza sinfónica, dividida en seis partes, anuncia las futuras sinfonías para órgano de Widor. El Preludio, Fuga y Variación, dedicado a Saint-Saëns, comienza y concluye con una bella melodía acompañada y sería transcrito después para piano. La bucólica Pastoral fue dedicada al célebre organero Cavaillé-Coll. La Oración es una pieza bipartita basada en una especie de coral de corte romántico. Por último, el Final que cierra la serie es una pieza de exhibición con largos solos de pedal y acordes enérgicos.
Tres piezas
Compuestas para la inauguración del órgano Cavaillé-Coll del Trocadero y estrenadas por el propio autor el 1 de octubre de 1878, son más complejas y atormentadas que las Seis piezas. La Fantasía en La es una emotiva pieza en la que tiene un especial papel melódico el registro “voz humana.” El Cantabile posee un carácter religioso y sereno. Finalmente, la Pieza Heroica, sólida y vigorosa, comienza con un tema amenazador acompañado de acordes obstinados y concluye con un brillante y muy franckiano coral.
Tres corales
Auténtico testamento musical del compositor y ciclo fundamental en la literatura organística, los Tres corales fueron escritos durante el verano boreal de 1890 (el último sería concluido el 25 de septiembre) por un César Franck ya enfermo. El Primer Coral, un conjunto de variaciones en crescendo gradual hasta un final grandioso, “no es lo que se piensa; el verdadero coral se va haciendo durante el transcurso de la obra,” según indicó el propio compositor a su alumno D’Indy. El Segundo Coral consta de dos series de variaciones sobre una triste y austera melodía, separadas por un dramático recitativo. El Tercer Coral tiene estructura tripartita y contiene pasajes de tipo toccata y un lírico adagio, además de la sección propiamente coral, concluyendo de modo triunfante.